Justa Castro Quispe

Doña Justa, 60 años, es cuzqueña de nacimiento, pero castañera de corazón. A la edad de 17 años dejó las escuelas, la familia y todo su mundo conocido para viajar a Puerto Maldonado con un amigo, que sin imaginar se convertiría en su esposo. Juntos compraron una concesión donde empezaron a trabajar duro para poder subsistir, sembrando y cosechando su propia comida. Trabajaban desde tempranas horas, desde las 5 de la mañana hasta las 6 de la tarde aproximadamente. En aquellos años era muy difícil medir los tiempos en el campo y se guiaban por peculiares momentos de la naturaleza: “Cuando pasaban cantando los loros, sabíamos que eran las 12 y cuando empezaban a abandonar la concesión, sabíamos que ya eran las 5”. Doña Justa se involucró en cada proceso de recolección y entrega de la castaña, pero en aquella época su gran trabajo no era recompensado con un pago favorable. Justa solía cargar las barricas de castaña, cada una de 75 kg, hasta el puerto para poder venderlas. A causa de un aborto espontaneo Justa y su esposo pierden su única posibilidad de tener un hijo y Justa cae en una profunda depresión que la lleva a llorar por meses. Una vez sanadas sus heridas, Justa vuelve a pararse de pie y empieza su actividad de ganadería que dura hasta hoy. Tan como ella misma nos dice: “El esfuerzo y la constancia han hecho de mí una mujer fuerte y emprendedora”. 

Luego de haber sufrido otra terrible pérdida tras la muerte de su esposo, Justa, gracias a su carácter fuerte y positivo, a su talento emprendedor y a la ayuda de su sobrino que la sigue acompañando desde hace 13 años, consiguió abrir un restaurante en su casa. Ahora Justa quisiera realizar más negocios eco amigables en su concesión y ha optando por la posibilidad de enseñar a los turistas cómo cuidar el bosque y cuáles son sus beneficios, teniendo como ejemplo todo lo que el bosque le ha dado a ella.